Con el Presidente Uribe tuvimos por fin una aproximación al libre comercio que verdaderamente nos permitió venderle al mundo nuestro trabajo, nuestro talento, nuestro esfuerzo, nuestro emprendimiento y nuestra creatividad.

Libre Comercio

Cuando Colombia exporta un chocolate, un juguete, una flor, un implemento metalmecánico o una prenda de vestir a otro país no está simplemente intercambiando esos productos por algunas divisas con el resto del mundo. Está haciendo algo muchísimo más importante.

Está exportando el trabajo y el esfuerzo de todas las personas que intervinieron a lo largo de toda la cadena de producción y venta de ese chocolate, juguete, flor, aparato metalmecánico o prenda de vestir. Es decir, está generando puestos de trabajo, ingreso y progreso para muchísimas familias colombianas.

En últimas, al exportar nuestros productos estamos vendiéndole al mundo nuestro trabajo, nuestro talento, nuestro esfuerzo, nuestro emprendimiento, nuestra creatividad.

Al exportar estamos encontrando en los mercados externos la capacidad de consumo que le permite a nuestro aparato productivo crecer sostenidamente y, de este modo, seguir generando empleo, ingreso, riqueza y prosperidad para los colombianos.

He ahí la principal razón por la cual para la economía colombiana es indispensable abrir todos los mercados externos posibles y ofrecer y comercializar allí sus productos o, mejor aún, su trabajo y su talento.

Sin mercados externos la economía colombiana se puede tornar inviable en el mediano y largo plazo, pues estaríamos abocados a la congestión del mercado doméstico y, por ende, al colapso de la actividad, el ingreso y el empleo en los innumerables sectores que con arduo esfuerzo conquistan el gusto y el apetito de los consumidores en el resto del mundo.

Ahora bien, el esfuerzo para lograr la apertura de los anhelados mercados externos no puede ser de cualquier manera.

Esto es importante subrayarlo toda vez que a principios de los años noventa Colombia intentó incrustarse en la economía global abriéndole unilateralmente, y sin gradualidad alguna, sus fronteras al resto del mundo mediante un proceso denominado Apertura Económica.

Fue un proceso que terminó arruinando varios sectores de la economía doméstica, especialmente el agropecuario y, de paso, permitiendo que se sembrara con mayor facilidad el germen del fenómeno narcoterrorista que terminó asolando a Colombia desde finales del siglo pasado y hasta principios del milenio.

Con la llegada de Álvaro Uribe a la Presidencia de Colombia el país por primera vez se encontró ante una visión diferente en materia de libre comercio.

Con el Presidente Uribe tuvimos por fin una aproximación al libre comercio que verdaderamente nos permitía venderle al mundo nuestro trabajo, nuestro talento, nuestro esfuerzo, nuestro emprendimiento y nuestra creatividad.

Tuvimos, finalmente, un gobierno orientando las tesis del libre comercio hacia la generación de puestos de trabajo y prosperidad para todos los colombianos.

Y la gran diferencia radicó en la persistencia del Presidente Uribe de insertar a Colombia en la economía global, pero únicamente a través de acuerdos o tratados de libre comercio que fueran justos, equitativos y beneficiosos para nuestro país.

En efecto, durante ambos gobiernos de Álvaro Uribe se negociaron y suscribieron múltiples tratados de libre comercio con nuestros principales y potenciales socios comerciales, pero todos estos acuerdos se caracterizaron por:

  1. Una plena y beneficiosa reciprocidad para el aparato productivo colombiano; es decir, abrimos nuestra economía pero también nos abrieron los mercados externos, incluso con asimetría a favor nuestro.
  2. La gradualidad y protección especial conferida a sectores sumamente sensibles de nuestra economía, como el de cereales y oleaginosas, las cadenas láctea, avícola, porcícola y la industria automotriz, entre otras.
  3. La obtención de acceso real de nuestros productos a los mercados externos, toda vez que no sólo se negociaron tarifas arancelarias, sino también todo tipo de barreras, como los obstáculos técnicos al comercio, los bloqueos atribuibles a normas sanitarias y las ayudas y subsidios a las exportaciones de nuestros competidores.
  4. La inclusión de mecanismos que no sólo facilitaban el comercio de bienes y servicios hacia el resto del mundo, sino también el flujo de capitales e inversión hacia Colombia.
  5. Una absoluta estabilidad jurídica para la economía colombiana, de tal manera que nunca más tuviéramos que depender de la buena voluntad de nuestros socios comerciales a la hora de permitir que nuestros productores accedieran a sus mercados.
  6. El desarrollo simultáneo de una robusta agenda interna orientada a impulsar la productividad del aparato productivo colombiano.

Ahora bien, los tratados de libre comercio impulsados por el Presidente Uribe y su gobierno le abrieron a nuestros empresarios, emprendedores y trabajadores mercados externos con un tamaño nunca visto, tanto en términos de potenciales consumidores (más de 1,300 millones de personas) como de capacidad de consumo:

  1. Estados Unidos;
  2. Canadá;
  3. Mercosur: Brasil, Argentina, Uruguay y Paraguay;
  4. Triángulo del Norte: El Salvador, Honduras y Guatemala;
  5. México;
  6. Chile;
  7. Unión Europea;
  8. EFTA: Suiza, Noruega, Islandia y Liechtenstein

Incluso se impulsaron acuerdos con Panamá y Corea del Sur, los cuales no alcanzaron a cerrarse durante el gobierno del Presidente Uribe pero fueron suscritos posteriormente.

En síntesis, el Presidente Álvaro Uribe dejó un gran legado en materia de libre comercio,… un legado que nos permite hacer de cada exportación colombiana un instrumento para cautivar al resto del mundo con nuestro trabajo, nuestro talento, nuestro esfuerzo, nuestro emprendimiento y nuestra creatividad y, de este modo, seguir generando empleo, ingreso, riqueza y prosperidad para todos los colombianos.

Más aún, gracias a ese legado, el acrónimo TLC ahora no sólo significa tratado de libre comercio, sino también trabajo para los colombianos.